13 agosto 2010

2- Una pesadilla hecha realidad

Estaba perdida en medio de un bosque.
Había sido tan tonta. Tendría que haber pedido indicaciones. O aunque sea decirle al taxista que me explicara el camino. Ahora me encontraba en mi pesadilla. Mi pesadilla hecha realidad. En el bosque, con un lobo enorme, que no era humano pero tampoco sabía si era un animal.
Me miraba con sus ojos oscuros, los cuales se veían amenazantes.
Dejé mis valijas en el suelo con cuidado. No quería hacer ningún movimiento brusco, porque parecía que en cualquier momento iba a atacarme. Sentía que la sangre huía de mis venas. No sabía si sería capaz de quedarme allí parada por mucho tiempo.
Seguida más por un impulso que por otra cosa, eché a correr, sin saber bien adonde me dirigía.
A pesar de lo exhausta que estaba, corría como si me persiguiera el mismísimo diablo.
Había un montón de ramas esparcidas por el suelo, y tuve la mala suerte de tropezar con una y esguinzarme el tobillo. Me dolía mucho. Traté de ponerme de pie, pero al apoyarlo casi dejo escapar un grito por el dolor que me provocó.
Me di la vuelta y ahí estaba ese lobo. Lo más extraño es que me miraba con compasión, como si lo entristeciera el hecho de que me halla lastimado. Obvio que no me iba a fiar de esa mirada. Disimuladamente, agarré una piedra que había junto a mí y la lancé lo más lejos que pude, haciéndola caer en un arbusto, que hizo ruido. Cuando giró la cabeza para ver de donde provenía, aproveché mi oportunidad para escapar. A pesar de mi esguince, corrí, dando todo mi esfuerzo.
No sé cuanto tiempo estuve huyendo, pero de lo que sí estaba segura, era que el lobo me perseguía.
Seguí corriendo y corriendo, hasta que me detuve en seco. No podía ser, mi pesadilla se volvía realidad cada vez más.
Estaba frente al acantilado. Uno que podría tener unos 30 metros de altura. Al pie de éste, se veía el mar, que al parecer, el día de hoy no estaba nada tranquilo.
Me dí la vuelta para retornar mi camino. Sin embargo, no pude ir a ninguna parte. Él estaba ahí, bloqueando la salida, justo como en el sueño. Nada de esto debía estar pasando. Seguro que estaba dormida. Sí, eso es. Debo estar soñando.
Cerré los ojos y volví a abrirlos. Gran error al cerrarlos. El lobo se había acercado aún más. Retrocedí hasta quedar parada en el borde del acantilado. Fue acercándose más, y yo no podía moverme, porque sino, me caería.
Un extraño sonido interrumpió mis pensamientos. No, por favor, que no sea lo que estoy pensando.
Desgraciadamente, un pedazo de roca se rompió. La mala suerte es que era donde estaba parada. Ni siquiera pude gritar. Todo esto me tomó por sorpresa.
Comencé a caer a gran velocidad. Al poco rato, quedé sumergida en el mar. El agua estaba helada. Mi cuerpo se congelaba tanto que no lo sentía. Apenas podía ver lo que ocurría a mi alrededor, pero mis brazos, mis piernas, incluso mi corazón, no los sentía. Sólo pude sentir que mi cabeza chocaba contra algo duro, dejándome algo inconsciente.
Al parecer, mi falta de conciencia me estaba jugando una mala pasada, porque lo vi acercarse hacia mí, a una velocidad sobrehumana. Se parecía mucho a Felix, pero no podía ser él. Las personas no nadaban a esa velocidad. Seguro me estaba volviendo loca.
Él se acercó cada vez más. Cuando lo tuve a escasos centímetros de mi cuerpo, pude verlo bien. Era él. Felix.
Cerré los ojos. No quería ver nada en esos momentos. Cuando los volví a abrir, observé que su rostro se encontraba cerca del mío. Colocó sus manos en mis mejillas y posó sus labios sobre los míos. Respondí a ese beso con todo lo que me quedaba de fuerza. Pero me faltaba el aire.
Dirigió sus manos hacia mi camisa e hizo lo mismo que había hecho en el avión. Me la quitó, y luego se centró en quitarme el short, cosa que logró con facilidad, dejándome en ropa interior. Sin embargo, mis pulmones no dejaban de clamar aire.
Al parecer, Felix supo lo que me pasaba, ya que me tomó por la cintura y me llevó hasta la superficie. Una vez que mi cabeza quedó fuera del agua y pude volver a respirar, sentí alivio.
-Fe… Fe… Felix -articulé con dificultad debido a la poca fuerza que me quedaba.
-Tranquila, Emma, estarás bien.
Ni siquiera tenía fuerzas para gritarle por haberme dejado semi desnuda. No me sentía nada bien, al contrario. Sentía que me iba muriendo poco a poco.
Felix me acercó más a su cuerpo y comenzó a besarme con fiereza. Sus manos acariciaban mi espalda de arriba hacia abajo. Yo apenas sabía lo que estaba ocurriendo. Intentó quitarme el top que llevaba puesto, pero traté de impedírselo. Mi energía descendía cada vez más.
Como no podía apartarlo, aprovechó para sacármelo, cosa que le llevó sólo unos pocos segundos. Sus manos acariciaban mi cuerpo, hasta el punto de llegar a mi busto. Quise apartarlas de allí, pero no podía. Aprovechaba mi falta de fuerza para sacar el mayor provecho posible.
Me sentía indefensa.
No entendía por qué lo atraía tanto mi cuerpo. Jamás había tenido cuerpo de modelo. Los hombres preferían las mujeres rubias y con muchas curvas. Yo, en cambio, tenía el pelo morocho y era delgada. Mi busto no era tan grande, pero tampoco era pequeño. Mis piernas no tenían chiste y mi cintura era pequeña.
Lo único bueno que tenía eran mis ojos. Eran verdes profundos, como solía decir mamá. Decía que había heredado la mirada del abuelo. Me parecía más a mi padre con respecto al físico, pero el carácter era igual al de mi mamá.
Un inmenso dolor me trajo de vuelta a la realidad. Me había roto un hueso de la pierna. ¿Cómo? No lo sé.
Felix me miró con preocupación, y, sorpresivamente, volvió a colocarme el top. Me tomó por el brazo y comenzó a nadar. Lo último que sentí fue su fría mano en mi piel. Después, todo se volvió oscuro.
Me había llegado la hora de morir.

Tenía mucho frío. Unos helados brazos me estaban cargando como si fuera una bebé, llevándome a quién sabe dónde.
No estaba muerta. Todavía.
Lo único que esperaba era que la muerte viniera por mí, para así encontrarme con mis padres.
Mis padres.
Tenía ganas de llorar. ¿Cómo era posible que me hubiesen dejado abandonada, en este mundo tan injusto, lleno de maldad y tristeza, pero a la vez lleno de dicha y felicidad? Aún no estaba preparada para enfrentarme a esto. Y menos si lo hacía sola.
Quería abrir los ojos, pero estaba tan débil que apenas podía respirar.
-Felix -dijo la voz de ¿Kate?-, ¿qué le ocurrió?
-Cayó al mar desde el acantilado -respondió-. Por desgracia, el agua estaba demasiado fría. Y además las olas eran muy fuertes.
Una mano helada acarició mis ojos.
-Emma, por favor, despierta -suplicó Kate.
No puedo Kate. Apenas tengo fuerza para respirar, pensé.
-¿Creen que debamos transformarla? -¿Demetri?
¿A qué se refería con transformarme? ¿De qué estaba hablando?
-No lo sé -dijo Kate-. No quiero hacerle esto a mi amiga.
-¿Preferirías que muriera? -preguntó Felix.
-No, pero tampoco quiero que tenga esta vida. Ella merece mucho más que esto.
Explícate Kate. ¿A qué te refieres con “tener esta vida”?
-No quieres que se transforme en un monstruo, ¿verdad? -preguntó Demetri.
¿Transformarme en un monstruo?
-Exacto -susurró-. Pero no quiero que muera. Se ve que es una chica que tiene mucho para dar.
-Te diré lo que haremos. Le pediremos una opinión a Carlisle -sugirió Felix-. Después de todo, él sabe lo que dice.
-De acuerdo.
Al poco rato, sentí que me dejaban, cuidadosamente, sobre una superficie blanda.
-Lo llamaré -dijo Demetri.
¿A qué se referían con transformarme en un monstruo? ¿Acaso ellos lo eran? Nada de esto tenía sentido.
El tiempo pasaba, no sabía si de manera lenta o rápida.
Mi corazón se iba debilitando con cada latido que daba.
-Deprisa, Demetri -Felix sonaba preocupado-. Los latidos de su corazón suenan débiles. En cualquier momento llega a su fin.
-Está muy pálida, -dijo Kate con desesperación- sus labios están blancos como la cal y no hay color en sus mejillas. La hora se acerca poco a poco.
-Hola, Carlisle -saludó Demetri. ¿Quién demonios es Carlisle?- Escucha, ha surgido un problema. Felix acaba de traer a una chica que está moribunda. El problema es que es amiga de Kate y no sabemos si transformarla o no. ¿Tú qué opinas?
Se hizo un silencio que pareció eterno.
-De acuerdo. Gracias por el consejo.
-¿Qué te dijo? -preguntó Kate rápidamente. Al parecer, Demetri ya había terminado de hablar con Carlisle.
-Dice que hagas lo que a ti te parezca correcto –le respondió.
-¿Qué quieres hacer? -le cuestionó Felix.
-No quiero perderla -parece que esa decisión no era fácil para ella-. Transformémosla.
-Está bien. ¿Quieres hacerlo tú?
-No, no lo haré. ¿Y si no soy capaz de controlarme? Terminaré matándola. Su sangre es deliciosa.
¿Controlarte de qué? ¿Desde cuándo puede una persona sentir el olor de la sangre de otra y decir que es deliciosa?
-Carlisle dijo que podíamos hacerlo a la manera tradicional o inyectándole la ponzoña directamente en el corazón.
¿Inyectarme ponzoña? ¿Qué es la ponzoña? Me están volviendo loca.
-Kate, no veas esto -le advirtió Felix.
Cuando terminó de decir esas palabras, sentí que alguien se acercaba a mi rostro.
Una mano fría acarició mi mejilla y pronunció unas palabras:
-Perdóname por esto, Emma.
En ese momento, unos dientes filosos se clavaron en mi cuello.
Todo se volvió negro. Todo era oscuridad. Las voces de las personas que había conocido se habían apagado. Pero no sabía si para siempre. Parecía haber vuelto atrás en el tiempo. Empecé a acordarme de un montón de cosas.
Mi infancia. La recordaba con perfecta claridad; mi hermanastro Daniel, quien me había hecho sufrir durante poco tiempo (el cual, más que corto, pareció eterno); los chicos de la secundaria, quienes no eran muy amables conmigo. Luego, recordé lo que había sucedido el día de hoy: cuando conocí a Kate, mi nueva amiga; la vez en la cual mi pesadilla se volvió realidad y estaba frente a ese enorme lobo de ojos oscuros.
Muchos recuerdos de mi vida comenzaron a pasar por mi mente. Algunos dolorosos, otros felices.
La vida puede ser muy confusa, dulce, e incluso, amarga.
Esos dientes filosos hacían que me invadiera un dolor el cual me sentía incapaz de poder soportar. Como si unos cuchillos estuvieran desgarrando mi cuello.
¿Por qué me estaba ocurriendo todo esto? ¿Acaso estaba predestinado?
Mi padre siempre decía que si las cosas sucedían era por algo en especial. Por más malo que fuera, a veces podía traer increíbles resultados. Había una razón por la cual me ocurría esto, y voy a encontrar la respuesta.
El tiempo se hizo interminable. Podrían haber pasado horas, días, meses, incluso años. No sé cuánto tiempo pasó. Pero ya estaba harta de no entender nada.
-¿Cuánto tiempo más seguirá así, Alice? -¿Kate?
-Unos cinco minutos -respondió una voz cantarina.
-Han pasado cinco días -dijo Felix-. ¿Por qué no despierta?
¡¿Cinco días?! ¡¿Acaso había estado cinco días inconsciente?!
-Estaba demasiado débil -explicó una voz masculina que no reconocí-. Pero sin duda alguna, será toda una belleza, y también será fuerte.
-Dos minutos -volvió a escucharse la voz cantarina.
Quería abrir los ojos, pero los sentía pesados. Quería saber dónde estaba. Quería saber si estaba muerta o viva.
-Un minuto.
Me di cuenta de que ya no sentía dolor. Había desaparecido. Ya no sentía esos cuchillos clavándose en mi cuello.
En ese momento, abrí los ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario