19 agosto 2010

8- Decepción

“Pasaré a buscarte a las 05:00 PM. Necesito hablar contigo. Holly”
Miré el reloj. Las cinco menos cuarto. Será mejor que me dé prisa, pensé, al tiempo que me dirigía al enorme guardarropa, tomaba mi campera y salía de mi habitación.
En lugar de bajar los escalones, me deslicé por la baranda de la escalera. En el segundo en que mis pies tocaron el suelo, oí el sonido de un claxon. Miré por la ventana y pude ver un flamante Volkswagen estacionado en la acera. Inmediatamente, abrí la puerta de la casa y salí afuera. Pude ver que bajaban la ventanilla del lado de la puerta del acompañante. Holly me saludó desde adentro.
Subí al auto. En menos de un segundo, estábamos en la carretera.
-Te llevaré a mi casa. Necesito decirte algo muy importante -dijo Holly-. No pude decírtelo anoche porque cualquiera puede escucharnos.
-¿Qué tan importante es? -cuestioné, confundida.
-Ya verás -se la veía triste.
-¿Es algo malo?
-Bueno… es difícil de decir. Ya te enterarás. Hemos llegado -anunció. Su casa no quedaba muy lejos de la mía.
-¡Guau! -exclamé-. Es preciosa.
-Espera a ver el interior -sonrió, antes de salir del auto.
Apenas entramos, pude ver lo elegante que era esa casa… o, mejor dicho, mansión. Ese lugar era grande, incluso más que el hogar de mi nueva familia; tenía artículos de gran valor, como vasijas de porcelana china que costaban fortuna. Y quién sabe qué más.
-¿Te gusta? -preguntó Holly.
-Me encanta. ¿Qué más hay, además de todo esto? -pregunté, señalando la sala con mi brazo.
-Tenemos una piscina bajo techo y otra en el jardín; sala de juegos y varias habitaciones -enumeró.
Antes de que pudiera decirle que me llevara a conocer el resto, vimos que dos chicas iban bajando las escaleras, al tiempo que charlaban animadamente. Ambas tenían cabello castaño lacio. Lo único que las diferenciaba, era el color de ojos. Una de ellas tenía ojos celestes, y la otra, verdes.
-Hola, Holly -saludaron al mismo tiempo.
-Hola -respondió-. Emma, ellas son mis hermanas: Alexis y Tessa -presentó, señalándolas respectivamente-. Chicas, ella es mi amiga: Emma.
-Hola, Emma -dijo la chica de ojos celestes, Alexis. La de ojos verdes era Tessa.
-Hola, chicas -respondí, algo tímida.
Tessa iba a decir algo cuando un chico de cabello castaño y ojos azules irrumpió en el lugar.
-Adam, mi otro hermano -presentó Holly-. Ven conmigo, Emma. Te llevaré a conocer el resto de la casa.
Dicho esto, salimos afuera.
-¡Pero que hermoso! A Esme le encantaría -dije.
-Estoy segura -Holly concordó conmigo.
El jardín parecía un inmenso bosque, lleno de pinos, abetos, robles, jacarandas y muchos más; flores: magnolias, rosas rojas y blancas, margaritas, orquídeas, e incluso una planta de lilium oriental rosa; una pileta enorme. Simplemente bello. La vegetación era lo que hacía que ese jardín fuera estupendo.
-¿Te gusta? -me preguntó Holly.
-¿Que si me gusta? ¡Me fascina! -exclamé.
-Emma, ya no puedo soportarlo más. Debo decirte algo.
-¿Qué sucede?
Rápidamente, Holly tomó mi brazo y me llevó a su habitación. Cuando llegamos pude ver que el cuarto de Holly parecía el de una princesa. Estaba pintada de rosa; había una cama de dos plazas, con dosel y sábanas blancas; una notebook blanca, la cual se hallaba sobre un escritorio rosa; peluches, al parecer, de su infancia.
Holly se sentó en la cama y me miró con preocupación. Hizo un gesto con la cabeza, indicándome, así, que la acompañara.
-Emma -empezó a hablar, con cierto nerviosismo en su voz, como si lo que tuviera que decirme no resultara sencillo para ella-. Hay algo que debes saber… sobre Jacob.
-¿Qué cosa? -pregunté, confundida.
-Él es… un… Es un hombre lobo -dijo, por fin.
Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas. ¿Qué él era qué? No podía ser posible. Mis sospechas eran ciertas. ¿Por qué nunca me lo había dicho? ¿Por qué?
-Emma, lamento haberte hecho llorar, pero era justo que lo supieras -me dijo Holly.
-Tú no tienes la culpa, es sólo que… ¿Por qué me lo contaste? -pregunté.
Holly se sonrojó.
-Emma… ¿recuerdas cuando Alice te mandó a buscar los cosméticos?
Asentí.
-Bueno… Alice me mandó a buscarte porque no sabíamos por qué tardabas…
-Lo que pasa es que me quedé entretenida -la interrumpí, temiendo que ella haya visto lo que estuvo a punto de ocurrir.
-No mientas.
-Pero si es verdad.
-¿Crees que no he visto que tú y Jacob estuvieron a punto de besarse, y que si no hubiese sido por Emmett, eso habría pasado? -preguntó.
Me quedé paralizada. Espero que sólo Holly haya visto eso, pensé.
-¿Qué sientes por él? -cuestionó.
La miré con los ojos bien abiertos por la pregunta que me acababa de hacer.
-¡¿Qué?! -exclamé.
-Ya me oíste. Te pregunte qué sientes por él.
-¿Por qué quieres saberlo?
-Porque… porque sé que lo que Jacob siente por ti es algo muy fuerte.
-¿Algo muy fuerte? ¿A qué te refieres con eso?
-Emma, él no te quiere… te ama. He observado la forma en que te mira. Te mira con ternura, como sólo lo hace un chico cuando está perdidamente enamorado de alguien.
-Pero la ley de los Vulturis dice que… -empecé a hablar.
-Conozco esa norma. Pero volviendo a la pregunta que te hice hace un rato, ¿qué sientes por él?
Sabía perfectamente cuáles eran mis sentimientos respecto a él.
-¿Y bien, Emma? -insistió.
-Yo… Holly, no puedo seguir ocultándolo -Holly me miró con duda-. Estoy enamorada de él. Lo he estado desde que lo vi por primera en la playa de La Push.
-Ah, sí, lo recuerdo. Tú creías que Jacob y yo éramos novios -recordó Holly.
Ambas reímos.
-Pero que tonta fui ese día -dije.
-No lo eres y déjame preguntarte algo más. A ti, ¿te gustaría estar con él?
-Es lo que más quiero, pero si desobedezco la ley y si nos descubren… no podría soportar que lo mataran.
Holly rió.
-¿Qué es tan gracioso? -la recriminé.
-No me burlo por tu situación. Escucha, Emma, si hay algo que debes saber de Jacob, es que él es un gran testarudo.
-¿Y qué con eso? -pregunté.
-¿Crees que él va a obedecer esa ley y no se va a acercar a ti? Emma, a Jacob no le importa que lo maten. Siempre y cuando pueda estar contigo, nada más importa -explicó.
Sonreí.
-Es muy noble de su parte, pero no me arriesgaría a eso -dije.
-Hazme caso, Emma. Tarde o temprano, te dirá lo que siente por ti. No lo olvides -Holly esbozó una enorme sonrisa.
-¿Por qué tan alegre? -cuestioné.
-Porque sé que con Jacob serás muy feliz -respondió.
-Sólo desearía que lo nuestro no estuviera prohibido. No sabes lo que se siente estar enamorada de alguien con quien no puedes estar -dije, con un dejo de tristeza en mi voz.
-Yo sí sé lo que se siente eso, Emma -dijo.
La miré con duda.
-Hay algo más que debes saber. Pero esta vez necesito que guardes el secreto -me rogó-. Promételo. Como amiga.
-Lo prometo -dije.
-Estoy… estoy comprometida, Emma.
La boca se me abrió de asombro.
-¿Qué tú qué? -pregunté, sin poder creer lo que había escuchado.
-No escuchaste mal. Estoy comprometida con un hombre que se llama Jack Russell.
Abrí la boca para decir algo, pero Holly siguió hablando.
-Déjame explicarte -me pidió.
Asentí lentamente. Todas estas noticias me habían tomado por sorpresa. Era demasiado para un solo día.
-Mi padre tiene un buffet de abogados, y el padre de Jack también tiene uno. Por lo que sé, si Jack y yo nos casamos, nuestros padres podrán juntar ambas empresas y ganar millones. Este compromiso fue arreglado antes de las conociera a ti, a Kate, a tu familia y a… Emmett.
-Pero tú… ¿qué sientes por Emmett? -pregunté.
-Amo a Emmett, Emma. Sin embargo, lo que nosotros tenemos es más… físico. Dudo que estemos juntos mucho tiempo. Creo que lo mejor es que me despose con Jack… por más que no lo ame.
En ese momento, estallé.
-¡No! ¡Esto no es correcto! Holly, no puedes casarte con alguien a quien no quieres. Se dice que en los matrimonios arreglados no hay felicidad. Además, eres la chica perfecta para Emmett. Eres lo que él ha estado esperando desde la muerte de Rosalie.
Se quedó callada durante unos segundos. Pude ver cómo caían sus lágrimas.
-¿Holly? -pregunté.
-Vete, Emma. Necesito estar sola.
Decidí darle su espacio. Esto era difícil para ella, pues estaba obligada a casarse con Jack sólo para que su padre pudiera ganar más dinero. Me parecía muy egoísta de su parte. Obviamente, sólo pensaba en sí mismo. Seguramente, no imagina cuánto sufriría su hija por presionarla a contraer matrimonio con alguien que no quiere y no conoce (creo).
Bajé las escaleras con tristeza. Kate, Holly y yo teníamos mucho en común: Holly ama a Emmett, y sin embargo no puede estar con él por culpa de su padre. Después, estoy yo. Amo a Jacob más que a cualquier cosa en el mundo. Lo conozco desde hace poco, pero luego de ver su reacción al enterarse de lo que Felix me hacía, no cabe duda de que él es diferente. Por último, está Kate. Ella sabe que algún día deberá casarse con alguien de “la realeza”. Patrick no sabe nada de eso, y Emmett no sabe lo de Holly. ¿Qué pasará el día que se enteren?
-Emma, ¿adónde vas? -preguntó una voz femenina. Di media vuelta para encontrarme con Tessa.
-Voy a mi casa -respondí.
-Adivino, ¿Holly te contó sobre su… compromiso?
-¿Cómo lo sabes? -cuestioné, sorprendida.
-Acabo de hablar con ella… Eh… ¿Quieres que te acompañe? -preguntó.
-No, no te molestes. De todas formas, mi casa no está muy lejos de aquí.
-Como quieras. Iré a ver a Holly -dicho esto, se fue a la habitación de su hermana.
Cuando ya no quedaron más escalones por bajar, corrí hasta la puerta para salir de ahí lo más rápido posible.

No podía dejar de pensar en las palabras que Holly me había dicho ese día. Todo esto me parecía una horrible pesadilla. La peor de todas.
Sólo una pregunta se repetía en mi mente una y otra vez. ¿Por qué razón Jacob no me había dicho lo que era realmente? ¿Que no era una simple persona? Ahora me sentía… decepcionada. Estoy sumamente enamorada de él, y debido a la ley de los Vulturis, no puedo estar con él.
En ese momento, divisé un papel pegado en la puerta-ventana que daba al balcón. Me acerqué, lo despegué y comencé a leerlo.
Emma, necesito hablar contigo. Te espero esta noche a las 09:00 PM, en el acantilado. Jacob
¿Qué debía hacer? ¿Debía ir o dejarlo ahí plantado?
Fui hasta la puerta de mi habitación y, al abrirla, llamé a la única que podía ayudarme en esos momentos.
-¡Kate! -grité su nombre.
Apareció a los pocos minutos.
-¿Algún problema? -preguntó.
-Necesito que me ayudes a decidir -respondí.
La hice pasar para que pudiéramos hablar sin que nadie se enterara de mi situación. Cuando salimos al balcón, le conté sobre la charla que tuvimos Holly y yo.
-¿Qué hago? -le pregunté, luego de finalizar con mi relato.
-Mmm… Te resultará extraño viniendo de mí. Si quieres mi más sincera opinión, creo que deberías ir con él.
-¿Eso piensas?
Asintió y miró el reloj.
-Será mejor que vayas. Faltan diez minutos para las nueve -me dijo.
En vez de perder tiempo bajando las escaleras, salí al balcón y salté desde ahí arriba. Corrí por todo el bosque hasta llegar al acantilado. Al llegar, pude observar que Jacob ya estaba allí, esperándome. Estaba mirando el mar, el cual no parecía tener fin. Me acerqué a él con lentitud. Aún no sabía si debía quedarme allí o dar media vuelta para irme a casa.
Finalmente, me decidí.
-Jacob -lo llamé, al tiempo que caminaba para quedar a su lado.
Jacob dejó de observar el agua. Ahora estaba mirándome a los ojos.
-Emma, hay algo que debes saber. Yo… no soy una persona común y corriente -dijo.
-Ya sé lo que eres -dije, con tono frío pero a la vez triste-. Un hombre lobo.
-¿Cómo lo sabes? -preguntó, sorprendido.
-Holly me lo contó -respondí, mirando el bosque en un intento de no mirarlo a los ojos-. ¿Por qué nunca me lo dijiste?
-No era fácil.
-Eso no es respuesta para mí.
Comencé a caminar para irme de ese lugar. Sin embargo, no pude dar ni siquiera dos pasos cuando sentí que Jacob me tomaba del brazo, logrando detenerme, me daba la vuelta y estampaba sus labios en los míos. Fue un beso corto, pero muy agradable y suave.
-Ahora puedes golpearme, como lo hizo Bella una vez. Lo bueno es que tú no te romperás la mano -rió.
En lugar de golpearlo o salir corriendo, me aproximé aún más a él, lo miré profundamente a los ojos y junté nuestros labios en un beso.
Su boca se acoplaba a la mía. Rodeó mi cintura con sus brazos, logrando apretarme aún más a él. Alcé los brazos para colocarlos alrededor de su cuello. Sus labios cálidos se movían con suavidad sobre los míos. Estar besando a Jacob era una sensación increíble, además de maravillosa. Era como si todo lo que nos rodeaba hubiese desaparecido y solo fuéramos él y yo. A pesar de que hacía mucho frío, sentía que tenía calor, y no sólo por el simple hecho de que la piel de Jacob ardía. Su boca recorrió la línea de mi mandíbula hasta llegar a mi cuello. Me sentía tan segura entre sus brazos que no quería que esto se acabara, hasta que recordé la ley.
Rápidamente, coloqué mis manos en su pecho con la intención de apartarlo. Sin embargo, él no parecía notarlo. Eso sólo lo complicaba más. Lo empujé con un poco de fuerza (la suficiente para no romperle un hueso) y fue ahí que reaccionó. Dejó de besarme, pero no me soltó.
-¿Qué ocurre, Emma? -preguntó, confundido.
-Nada. Es sólo que… Lo siento. Sabes que esto no puede pasar. Somos totalmente diferentes y eso es lo que nos impide estar juntos. No quiero que algo malo te suceda.
Me solté de su abrazo y salí corriendo. El dolor que se había almacenado en mi pecho era insoportable, y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas con gran intensidad.
-¡Emma! -me llamó.
No quise detenerme, pues sabía que si lo hacía, las cosas empeorarían.

-Emma, ¿qué sucede? -me preguntó Esme cuando me vio entrar a la casa.
Era de esperarse que me preguntara si pasaba algo, puesto que tenía mi rostro bañado en lágrimas.
-Na… nada -respondí, me sequé las lágrimas y subí las escaleras para ir a mi habitación.
Al entrar, lo primero que hice fue salir al balcón para tomar un poco de aire. Rememoré lo que sucedió con Jacob hace apenas una media hora. Por fin lo había besado. Sentir sus cálidos labios sobre los míos; sus manos en mi cintura. Era, simplemente, una sensación hermosa.
En ese momento, escuché el latido de un corazón. Iba a asomarme cuando alguien apareció colgado en una de las ramas del árbol, el cual estaba a pocos centímetros de la baranda del balcón.
-Emma -la voz de Jacob me hizo estremecer.
-¿Qué haces aquí? -le pregunté, sorprendida.
-Hazte a un lado -ordenó.
-No estarás pensando en saltar desde ahí, ¿o sí?
-Sólo hazlo.
Me moví hacia un costado. Dio un salto impresionante, dejándome tranquila, pues temía que se lastimara. Apenas sus pies tocaron el suelo del balcón, se acercó a mí y colocó sus manos a cada lado de mi mejilla.
-¿Qué te pasó, Emma? ¿Por qué huiste de esa manera? -me preguntó.
Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos nuevamente. No hablé.
-Por favor, respóndeme -me rogó-. Yo… te amo.
-Tú… ¿me amas? -pregunté, atónita.
-Emma, te amo más que a nada en este mundo. Desde que te conocí, no he podido olvidarte. Por favor, no puedo vivir si no estás tú a mi lado.
No podía creerlo. Jacob me acababa de confesar lo que sentía por mí. Más lágrimas siguieron mojando mis mejillas y sus manos cálidas. Una enorme sonrisa se formó en mi rostro. Jacob también sonrió.
-¿Por qué sonríes? -preguntó, pegando su frente en la mía.
-Porque soy feliz y, además, porque yo también te amo -respondí.
Su sonrisa se ensanchó aún más. Acarició mi mejilla con su dedo pulgar, luego se inclinó y me besó. Sus labios se movieron con dulzura y calidez. Colocó sus brazos alrededor de mi cintura y me apretó aún más contra su cuerpo. Separó nuestros labios unos segundos, pero fue sólo para tomarme en brazos y sentarme en la baranda del balcón. Allí volvimos a juntar nuestras bocas en un beso más apasionado que el anterior. Rodeé su cintura con mis piernas, puesto que no quería dejar un solo centímetro de distancia entre nosotros. Sentí cómo deslizaba sus labios por mi cuello para luego seguir por mi hombro. Acerqué mi nariz a su garganta para aspirar su aroma. Si bien no era agradable, ya me había acostumbrado a él. Suspiré cuando mordió el lóbulo de mi oreja.
-Hacía mucho que deseaba hacer esto -me susurró en el oído.
Se sentó a mi lado y rodeó mi cintura con su brazo, de manera que pude apoyar mi cabeza en su hombro.
-Sé que te preocupa la ley de los Vulturis -dijo Jacob-, pero quiero que sepas que eso no me impedirá estar contigo, Emma.
-Testarudo -reí.
-Gracias.
Besó mis cabellos para luego besar mis labios con dulzura.
-¿Qué se siente ser un hombre lobo? -pregunté, con curiosidad.
-Puede ser divertido: eres veloz, te curas rápido. Sin embargo, odio la telepatía del grupo.
-¿Telepatía?
-Cuando nos transformamos en lobos, podemos comunicarnos con el pensamiento, leer las mentes de los demás. No es muy bueno que digamos, porque no tienes privacidad. Tus recuerdos pueden ser vistos por cualquiera de la manada.
-Comprendo.
-Ahora te toca a ti. ¿Qué se siente ser un vampiro?
-Puede ser divertido: eres veloz, no te mueres -respondí, citando la misma respuesta que él, exceptuando la última parte-. Lo malo… es beber sangre. Uno está sediento, pero debes controlarte. No es nada agradable.
Me quedé pensando en lo nuestro. ¿Qué pasaría si los Vulturis se enteraban que un vampiro y un hombre lobo eran más que amigos?
-¿Qué te tiene tan pensativa? -preguntó Jacob, mirándome a los ojos.
-Nada.
-Dímelo -insistió-. Sé que hay algo que te preocupa.
-Los Vulturis -contesté, con los ojos llenos de lágrimas.
Jacob colocó sus manos a cada lado de mi rostro.
-Emma, no te preocupes por eso ahora…
-¿Entonces qué haremos? -cuestioné.
Jacob pensó durante un momento. Una sonrisa se formó en su rostro.
-Seremos como Romeo y Julieta -respondió-. ¿Qué te parece?
Reí.
-De acuerdo -dije, no muy convencida-. Pero, ¿si nos descubren?
-Si tengo que imitar a Romeo y morir sólo para poder estar contigo, eso haré.
Sentí caer una lágrima. Me acerqué más a él para juntar nuestros labios e iniciar un beso.
-¡Emma! -me llamó Esme en ese instante.
Nos separamos con rapidez y nos levantamos de la baranda del balcón.
-¡Ya voy! -grité-. Vete -le susurré a Jacob, pero el muy testarudo no se iba-. Debes irte.
-Esto me recuerda la escena del balcón de Romeo y Julieta -rió.
-Tienes razón, pero aquí habrá un cambio de planes. Yo seré Romeo y tú serás Julieta. Muero por verte en uno de esos vestidos que usaban en esa época.
Jacob rodeó mi cintura con sus brazos.
-Muy gracioso, señorita. En ese caso, la que debe irse es usted.
Me di cuenta de que estaba en lo cierto. En la escena del balcón, la nodriza llama a Julieta, y ésta le dice a Romeo que debe irse.
-Te gané -me dijo.
-Te felicito. Ahora vete antes de que te vean -supliqué, con una sonrisa en los labios.
Me soltó y se aproximó a la baranda.
-Una cosa más, antes de marcharme -dijo.
Me tomó entre sus brazos para besarme con dulzura.
-Adiós, Emma -se despidió.
-Adiós, Jacob.
A los pocos segundos, ya estaba adentrándose en el bosque. Fue la mejor noche de mi vida. De eso no había dudas.
-¡Emma! -volvió a llamarme Esme.
Volví a entrar a mi habitación, cerré la puerta del balcón y bajé las escaleras con rapidez.

Nota de autor:
Espero que estén disfrutando la historia. Más adelante comenzarán los problemas, pero por ahora, todo será color de rosa.
Nos leemos pronto,
Avery

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